BEBER DE LA FUENTE
BEBER DE LA FUENTE
En una charla que asistí hace ya algunos años, escuché al ponente decir lo siguiente acerca de las fuentes:
"Es importante que una persona conozca el lugar dónde nacieron sus padres, que recorran los caminos que recorrieron, que vean el cielo que los cobijó... que toquen cada piedra que los vio crecer".
Y efectivamente, cuánta verdad en esta afirmación, cuánta sabiduría. Qué importante para uno conocer esas "benditas fuentes" donde beber las aguas clarificadoras y enriquecedoras para el alma.
Estos días de Semana Santa viajé con mi familia, a beber de esas fuentes maravillosas de la tierra que me vio crecer, y experimenté con mis hijos, que aun no conocían, lo que escuché en esa charla. Vi claramente cómo extraían el néctar dulce y maravilloso de esas tierras, de esos cerros y esos cielos, del sol radiante y calcinante donde quedaron grabados y perennes los recuerdos de mi niñez y juventud.
Me volví niño nuevamente bajo el tibio regazo del terruño que me acurrucaba tierna y suavemente, mientras la brisa acariciaba mi piel y el aroma de hierbas y polvo reforzaba aun mas esos bellos recuerdos que alimentaban y nutrían mi alma.
Una especie de energía penetraba mi cuerpo llenándolo de vitalidad y alegría, bajo la luna plateada rodeada de un precioso anillo, haciendo que las sombras buscaran los más escondidos rincones, en los parques, en las calles y... en los pliegues de mis recuerdos brillaba radiante la luna vieja tantas veces admirada desde mi niñez.
Brazos abiertos y rostros de alegría recibían nuestra presencia que vibraba aun más cuando encontrados en un abrazo sentíamos el calor de nuestros cuerpos por tantos años alejados físicamente.. . pero que hoy se reencontraban y estrechaban como queriendo recuperar los abrazos perdidos en el recuerdo.
"Yo soy amigo de tu padre"... decían mis antiguos amigos a mis hijos que con tan solo verlos reconocían en sus rostros a su progenitor. ¡Qué extraña sensación! Recibir el saludo de alguien que no me ve hace más de una veintena de años pero al ver el rostro y figura de mi hijo le inspira un fraterno saludo viejo como el tiempo.
Gratificantes encuentros, no sólo para mis hijos que "recorrieron los caminos que recorrí, vieron el cielo que me cobijó, que respiraron el mismo aire que respiré"... sino también para mi, que agradecido elevo los ojos al cielo para hacer una venia de gratitud y lealtad a ese pasado que me brindó sus ubres de dulce leche de vida y su calor de sempiterna madre.
SOLRAC
En una charla que asistí hace ya algunos años, escuché al ponente decir lo siguiente acerca de las fuentes:
"Es importante que una persona conozca el lugar dónde nacieron sus padres, que recorran los caminos que recorrieron, que vean el cielo que los cobijó... que toquen cada piedra que los vio crecer".
Y efectivamente, cuánta verdad en esta afirmación, cuánta sabiduría. Qué importante para uno conocer esas "benditas fuentes" donde beber las aguas clarificadoras y enriquecedoras para el alma.
Estos días de Semana Santa viajé con mi familia, a beber de esas fuentes maravillosas de la tierra que me vio crecer, y experimenté con mis hijos, que aun no conocían, lo que escuché en esa charla. Vi claramente cómo extraían el néctar dulce y maravilloso de esas tierras, de esos cerros y esos cielos, del sol radiante y calcinante donde quedaron grabados y perennes los recuerdos de mi niñez y juventud.
Me volví niño nuevamente bajo el tibio regazo del terruño que me acurrucaba tierna y suavemente, mientras la brisa acariciaba mi piel y el aroma de hierbas y polvo reforzaba aun mas esos bellos recuerdos que alimentaban y nutrían mi alma.
Una especie de energía penetraba mi cuerpo llenándolo de vitalidad y alegría, bajo la luna plateada rodeada de un precioso anillo, haciendo que las sombras buscaran los más escondidos rincones, en los parques, en las calles y... en los pliegues de mis recuerdos brillaba radiante la luna vieja tantas veces admirada desde mi niñez.
Brazos abiertos y rostros de alegría recibían nuestra presencia que vibraba aun más cuando encontrados en un abrazo sentíamos el calor de nuestros cuerpos por tantos años alejados físicamente.. . pero que hoy se reencontraban y estrechaban como queriendo recuperar los abrazos perdidos en el recuerdo.
"Yo soy amigo de tu padre"... decían mis antiguos amigos a mis hijos que con tan solo verlos reconocían en sus rostros a su progenitor. ¡Qué extraña sensación! Recibir el saludo de alguien que no me ve hace más de una veintena de años pero al ver el rostro y figura de mi hijo le inspira un fraterno saludo viejo como el tiempo.
Gratificantes encuentros, no sólo para mis hijos que "recorrieron los caminos que recorrí, vieron el cielo que me cobijó, que respiraron el mismo aire que respiré"... sino también para mi, que agradecido elevo los ojos al cielo para hacer una venia de gratitud y lealtad a ese pasado que me brindó sus ubres de dulce leche de vida y su calor de sempiterna madre.
SOLRAC
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