LA BANALIDAD DE NUESTROS TIEMPOS

Cuando un grupo de amigos quiere ir a algún lugar, hacen propuestas, se ponen de acuerdo y  van a dicho lugar. Si uno llama y dice “hay que reunirnos”, pero no dice la hora, ni el día, ni el lugar, entonces se genera caos y nadie sabría a dónde, ni cuando, ni a qué hora ir.
Con algunos matrimonios, familias y grupos sociales observo lo mismo. No saben a dónde ir, no tienen un destino, no hay una brújula. Tantean tratando de ubicase en alguna corriente de moda o a ver qué pasa si voy en este sentido. Parecen hojas que cayeron de algún árbol y son llevadas por el viento a cualquier lugar.
Hay una desubicación de calidades y valores tal que cualquier cosa parece satisfacer sus inquietudes. Saltan de una a otra con tanta facilidad que pareciera que se divierten,… sólo el tiempo nos dirá si era verdad.
Hay un facilismo y extremada confianza en lo inmediato y se pierde perspectiva para lo mediato y profundo. Se vive mucho de la epidermis para afuera; y  no estoy hablando de la “loca juventud”, sino de adolescentes que rayan los 40, 50 o más años. Si alguna preocupación asoma, sólo es referida a lo material, a los ahorros y los bienes inmuebles…., me olvidaba, también hay una preocupación en ellas porque la piel no se arrugue o que el tiempo y la gravedad no afecten lo que irremediablemente caerá. Y en ellos, que siga vigente la “herramienta” con la que su identidad parece diluirse y algún tinte recomendado por la esposa para ocultar esas canas que lo delatan.
Ser de “mente abierta” hoy es aceptar cualquier cosa, venga de donde venga y sugiera lo que sugiera, porque nadie quiere ser “antiguo” o “pasado de moda”.
Barcos a la deriva y trenes descarrilados van hacia una desgracia inminente, y… hay de ellos, no ven las profundas grietas por las que van a ser engullidos, arrastrando a su familia por la que dicen luchar y ser la razón de su vida.
Hay demasiado apego al dinero y todo lo que el trae, cuando todas las religiones del mundo nos hablan de lo contrario. Pero estoy mencionando algo anacrónico y pasado de moda. Esa palabra que a algunos les crea miedo, a otros anticuerpos  y a muchos les recuerda su desconocimiento. Y es que religión lo relacionan con “ir a misa” y espiritualidad con cosas de magia o espiritismo. Hay ignorancia, desinterés y absoluto irrespeto por estos temas, aún en aquellos que se autodenominad “espirituales”.
Cuando la persona pierde conciencia de su SER interno, inmortal e infinito, pierde la esencia de su presente de su pasado y su futuro. Pierde totalmente el rumbo, el Norte y su destino. En pocas palabras, cree poseerlo todo, pero no se posee ni  a sí mismo,… porque se ha perdido a sí mismo, se ha confundido en un mar de ilusiones, se ha hundido en las insondables sombras del olvido existencial y en la lúgubre noche del insomnio fatal del NO ser.  
Las apariencias han tomado un lugar preponderante y la esencia ha sido despojada de su realeza, de aquella que otrora brillara con la majestad de un astro, como debiera brillar la verdad ante la mentira, el ser ante el parecer, la virtud ante el pecado y la humildad ante la soberbia.
Son tiempos de cambios, de ciclos que deben cerrarse, ciclos que deben cumplirse inexorablemente y debemos aprender a aceptar estos cambios y estos tiempos. Son tiempos de madurez y reflexión,  tiempos de espera y decantación, tiempos de separar el grano bueno del malo, tiempos de buscar dónde guarecerse y el lugar más seguro es dentro de nosotros mismos, allí con nuestro Yo interno, donde nada nos pueda alcanzar y donde la calma y la paz son manantial fresco y permanente brotando incansables desde ese altar insondable que conquistamos día a día.

SOLRAC

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