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CATASTRO-FE

Catastro: Censo y padrón estadístico de las fincas rústicas y urbanas.

Catástrofe: Suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas.

Cambio brusco de estado de un sistema dinámico, provocado por una mínima alteración de uno de sus parámetros.

Según el Diccionario de la Real Academia Española.

Uniendo estas dos definiciones, podríamos decir que a veces esperamos que “el destino”, “la vida”, tome un catastro de nuestra FE para recién entonces nos demos cuenta de la situación espiritual en la que nos hallamos.

Cuántas veces escuchamos a nuestros semejantes preguntar: ¿Por qué a mí?, ¿Qué hice yo para merecer esto?

En esa situación, luego de la catástrofe, algunos se ponen a revisar su pasado y hallan cosas que no les agradan; dichosos los que hacen esto, porque también hay de aquellos que ni aún en esa circunstancia revisan sus acciones, ni son concientes de ellas.

No deberíamos esperar que sucedan desgracias o catástrofes para poner “la barbas en remojo” y no solo en el campo espiritual, que es donde a veces sí ponemos algo de interés, ocasionalmente esperando “una recompensa celestial”, o por el “que dirá mi vecino si no me ve en misa” o “ayudando al que necesita”.

Últimamente observo un cosquilleo espiritual en gran cantidad de personas, sea por estados de conciencia, sea por real necesidad de acercamiento a Dios, lo que aplaudo y agradezco a la Divinidad.

Que este acercamiento conlleve también lo que exige seguir una religión, cualquiera que esta sea y no solo el mero cumpli-miento del ritual con ausencia de la verdadera conversión que exige un trabajo conciente sobre conductas y emociones, nada fáciles por cierto.

Lo que aún no observo es la inquietud por mantener un equilibrio emocional y mental dentro de las familias, hechos que pasan desapercibidos o en la creencia que puedan ser manejados o controlados por sus integrantes, especialmente por los padres.

Sucede que sí se pueden manejar situaciones normales, pero en las de mayor dificultad, demuestran un desconocimiento muy grande de las consecuencias a futuro de estas situaciones no controladas a tiempo y que desembocan en verdaderos “catástrofes”, no ya de una fe espiritual, si no de una fe en los conocimientos médicos que Dios también puso para nuestra sanidad mental y emocional.

Cada vez con mayor continuidad las catástrofes de este tipo van rondando nuestra sociedad soberbia, orgullosa e incrédula. Cuidando más las formas que el contenido, el “que dirán” que el conciente manejo de los delicados hilos emocionales de nuestras familias.

Cuidado con las catástrofes, no esperemos el último momento

SOLRAC

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