La dulzura de Dios
Hace algunos años leía a Santa Teresa de Jesús y me llamaba la atención que llamara “dulzura” a Jesús.
Años después escuché a Gerge Harrison cantar “Mi dulce Señor” a Krishna.
En el Korán dicen: “Probará la dulzura de la fe, aquel que se complazca en Dios como Señor, del Islam como religión y de Muhammad como Mensajero”.
Vengo a descubrir así, la relación de dulzura con la cercanía o al menos la percepción de Dios, su amor y todo lo que venga y sea afín con El.
La mayor parte de los místicos de todas las religiones nos hablan de una delicia, de una maravilla, de una paz, de un deslumbramiento que percibe nuestro ser cuando somos concientes de la cercanía del amor que nos llega a través de sus obras.
Todo lo que viene de El, nos provoca alegría, dulzura, contento.
Lo contrario nos provoca amargura, desazón, descontento, tristeza.
La justicia, la bondad, la belleza, la armonía, la luz, nos provocan alegría, contento, dulzura.
La injusticia, la maldad, la fealdad, el caos, la oscuridad, nos provocan tristeza, descontento y amargura.
Dice un texto musulmán:
“Con la fe y su dulzura el creyente se libera de la esclavitud de las pasiones, de las malas inclinaciones del alma, de los susurros demoníacos y de las tentaciones de este mundo; es una felicidad y una dulzura que alejan de la avaricia y acercan a la generosidad. La dulzura de la fe siembra la benevolencia y la misericordia, colma el alma de paz y se cubre de misericordia”
La dulzura también está relacionada con la fe y la esperanza, como lo menciona el Papa actual:
“La experiencia de la dulzura de Dios es la necesidad de fondo que experimenta la humanidad para encontrar la esperanza”
“Tenemos que purificar nuestros deseos y nuestras esperanzas para acoger la dulzura de Dios”
Busquemos la dulzura en todo momento y en todas las cosas de este mundo. No en vano nos lo recomiendan todas las religiones del mundo. Alejémonos de la amargura que sólo afea nuestra vida y nos causa infelicidad.
Es mi anhelo que podamos repetir día a día este himno de júbilo y felicidad:
Tu dulzura, Señor, me maravilla.
Tu dulzura, Señor, me enardece para alcanzar las más altas cotas de la vida.
Tu dulzura, Señor, es mi meta.
Tu dulzura es miel en mi boca, es la música más hermosa jamás escuchada.
Tu dulzura es el atardecer soñado.
Tu dulzura será lo primero que veré en mi muerte, entonces no querré volver atrás, a las pesadas cargas del alma.
Tu dulzura me enamora, me abrasa, me confunde. Tu dulzura la amo.
Tu dulzura es mi amor.
SOLRAC
Hace algunos años leía a Santa Teresa de Jesús y me llamaba la atención que llamara “dulzura” a Jesús.
Años después escuché a Gerge Harrison cantar “Mi dulce Señor” a Krishna.
En el Korán dicen: “Probará la dulzura de la fe, aquel que se complazca en Dios como Señor, del Islam como religión y de Muhammad como Mensajero”.
Vengo a descubrir así, la relación de dulzura con la cercanía o al menos la percepción de Dios, su amor y todo lo que venga y sea afín con El.
La mayor parte de los místicos de todas las religiones nos hablan de una delicia, de una maravilla, de una paz, de un deslumbramiento que percibe nuestro ser cuando somos concientes de la cercanía del amor que nos llega a través de sus obras.
Todo lo que viene de El, nos provoca alegría, dulzura, contento.
Lo contrario nos provoca amargura, desazón, descontento, tristeza.
La justicia, la bondad, la belleza, la armonía, la luz, nos provocan alegría, contento, dulzura.
La injusticia, la maldad, la fealdad, el caos, la oscuridad, nos provocan tristeza, descontento y amargura.
Dice un texto musulmán:
“Con la fe y su dulzura el creyente se libera de la esclavitud de las pasiones, de las malas inclinaciones del alma, de los susurros demoníacos y de las tentaciones de este mundo; es una felicidad y una dulzura que alejan de la avaricia y acercan a la generosidad. La dulzura de la fe siembra la benevolencia y la misericordia, colma el alma de paz y se cubre de misericordia”
La dulzura también está relacionada con la fe y la esperanza, como lo menciona el Papa actual:
“La experiencia de la dulzura de Dios es la necesidad de fondo que experimenta la humanidad para encontrar la esperanza”
“Tenemos que purificar nuestros deseos y nuestras esperanzas para acoger la dulzura de Dios”
Busquemos la dulzura en todo momento y en todas las cosas de este mundo. No en vano nos lo recomiendan todas las religiones del mundo. Alejémonos de la amargura que sólo afea nuestra vida y nos causa infelicidad.
Es mi anhelo que podamos repetir día a día este himno de júbilo y felicidad:
Tu dulzura, Señor, me maravilla.
Tu dulzura, Señor, me enardece para alcanzar las más altas cotas de la vida.
Tu dulzura, Señor, es mi meta.
Tu dulzura es miel en mi boca, es la música más hermosa jamás escuchada.
Tu dulzura es el atardecer soñado.
Tu dulzura será lo primero que veré en mi muerte, entonces no querré volver atrás, a las pesadas cargas del alma.
Tu dulzura me enamora, me abrasa, me confunde. Tu dulzura la amo.
Tu dulzura es mi amor.
SOLRAC
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