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MUERTE..., COSTUMBRE DIARIA

"La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es esta:
Visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con la maldad de este mundo"
Santiago


Este domingo, escuchando el comentario al Evangelio, recordaba haber ya escrito sobre la costumbre que vamos adquiriendo de enterarnos diariamente acerca de noticias sobre muertes, de todo tipo: Asesinatos, suicidios, accidentes, etc. y es que el sacerdote explicaba esto mismo, lo insensibilizados que estamos no solo ante cadáveres, sino ante todo aquello que signifique muerte del espíritu, de los valores, de los buenos usos y costumbres, de la sonrisa, del saludo, de la cortesía, del buen decir, y una lista tan larga de no terminar.

Si caminamos cabizbajos y metidos en nuestras miserias, difícilmente podremos percatarnos de lo que sucede alrededor. Hay que levantar la cabeza y mirar hacia los lados, dejar de mirarnos con ese egoísmo aplastante, enfermo, asesino y percatarnos de las "viudas y huérfanos" que nuestra sociedad está produciendo a diario, tal vez en nuestro propio círculo... y no los vemos, no los queremos ver, o no los podemos ver.

Si no los vemos, no podemos " visitarlos y asistirlos en sus tribulaciones", como manda la religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre y el manual del buen vecino, la norma de una buena vecindad, que tampoco ya existe.

La asistencia es necesaria y obligatoria en cada hogar, donde estoy seguro ya deambulan huérfanos y viudas/os porque sencillamente hemos "dejado de existir" para ellos.
Salgamos de la caverna oscura y mísera de nuestro egoísmo y revivamos a nuestros "difuntos". Actuemos allí donde podemos reparar, curar, perdonar, salvar, extender la mano abierta y la palabra cálida que derrita la muralla gélida que hemos levantado.

Que la maldad de este mundo no manche nuestras manos ya ensangrentadas por los "asesinatos domésticos" de nuestras viudas y huérfanos.

Que la limpieza de este mundo empiece por el lugar más indicado: Nuestros hogares, y dentro de ellos, por sus principales representantes... los padres, si están los dos, sino, por el que queda.

Que la rutina y costumbre de muerte no nos alcancen, que no lleguen a los más pequeños, a los niños y niñas en cuyas miradas aún puedo ver un oasis de pureza y paz que dentro de unos años tal vez esas pupilas ya no reflejen.

Que no nos gane la noche, que no nos gane el frío,... que no nos gane tempranamente la muerte.

Que la luz, el calor y la cultura de vida renazcan en el seno de nuestros alicaídos hogares e iluminen la retina de nuestro bienamado Dios Padre.

SOLRAC

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